BLERIOT XI ATERRIZÓ
GALERÍA GERMÁN KRÜGER ESPANTOSO (AV. ANGAMOS OESTE 160)
17 SETIEMBRE - 26 OCTUBRE
17/09: Gastón Garreaud. Retrospectiva, 1957-2005.
Inauguración. Desde su figurativismo temprano, abstraccionismo, la geometría y las piezas deudoras del Hard Edge norteamericano —que combinaba con diseño textil precolombino—, hasta ensamblajes, inventos y máquinas absurdas. Dibujos, monotipias, bocetos, esculturas. Un recorrido por la creativa y cambiante propuesta de una de las personalidades más vitales de la plástica peruana. Galería Germán Krüger Espantoso (Av. Angamos Oeste 160). Abierta al público del 18 de setiembre al 26 de octubre. De martes a domingo, de 11 a .m. a 8 p.m.
Ingreso libre.
Garreaud y una de sus construcciones
A juicio del curador de la muestra Gastón Garreaud, retrospectiva 1957-2005, Augusto del Valle, la obra del artista es crucial para entender el proceso de los últimos 60 años de las artes plásticas en nuestro país hasta nuestros días: “como joven hijo de la burguesía limeña, Garreaud (1934-2005) aprovecha una estancia en Roma entre 1955 y 1959 –originalmente planificada por la familia con la finalidad de que estudie arquitectura– para convertirse en artista visual y piloto de aviones. Poco después de su regreso a Lima, en 1960, Garreaud expone pintura abstracta en la influyente sala del IAC. Muy pronto conoce a Sabino Springett y Enrique Kleiser, a quienes él considera sus maestros. Ambos habían recibido premios en la antigua Sociedad de Bellas Artes y ahora exponían en las salas del IAC, lo cual es un interesante índice de los cambios que se habían operado en la escena limeña”.
“La historiografía local ha privilegiado la lectura de la pintura moderna en el Perú de los años cincuenta y sesenta como un proceso en el cual ciertas tendencias Informalistas y de uso gestual del color se vuelven dominantes sobre otras de corte abstracto geométrico”, narra Del Valle. “Allí, la por entonces influyente crítica afirma que la existencia de ciertas tendencias modernas expresivas son cualitativamente más importantes, en América Latina, que el surgimiento de: el pop, el arte cinético o el conceptualismo, por citar solo a tres de vanguardias internacionales, propias de los años sesenta”.
Luego de una etapa de transición, entre fines de los años cincuenta y los primeros años sesenta, la obra de Garreaud da un giro hacia la abstracción de corte geométrico. Es interesante notar que un buen número de las primeras pinturas del artista son de paisaje urbano e incluso de paisaje natural.
A comienzos de los años sesenta irrumpe una nueva generación de artistas peruanos que asumen un credo constructivo. “Entre ellos se cuentan los hermanos Max y Herman Braun, e incluso Sigfrido Laske, un pintor experimentado que Garreaud había conocido en 1955 en el barco que lo llevó al viejo continente y del cual había extraído la fuerza necesaria para afirmar su vocación de artista. Leslie Lee –artista y antiguo amigo de Garreaud– se coloca a sí mismo y a todos ellos, a inicios de los años sesenta en Lima, en una suerte de vanguardia próxima a Juan Acha y Ricardo Grau que, como es sabido, fueron excelentes amigos”.
La diáspora de esta incipiente vanguardia hacia 1964 marca el punto de quiebre de la mirada de Garreaud, que parece apropiarse, ya casi en soledad, de las formas y el discurso visual, en la etapa que va de 1966 a 1971, aproximadamente, del credo geométrico. Así, asimila de un modo muy personal el «hard edge» norteamericano enriqueciéndose, además, con residuos de textiles precolombinos.
Soñada coherencia
“Desde mediados de los años setenta, la evocación de la América antigua será una constante y le tocará el turno, en su momento, a la cerámica, a la arquitectura y en raras ocasiones a la artesanía, en «Construcciones» que muestran todas estas oscilaciones, incluido el textil, por supuesto”.
La de Garreaud era una personalidad compleja que se debatía entre los dos polos de una dicotomía que se enmarcaba en el hecho creativo:: el «inventor» y el «artista» romántico. “Del «inventor» contamos con una réplica a escala 1:1 del Bleriot XI, señalada y expuesta como obra de arte en la 3ra Bienal de Trujillo, en 1987. Se trata del monoplano que sirvió a Jorge Chávez para su vuelo sin retorno por los Alpes, en 1912. Y del «artista» romántico está su mitología personal de dibujos, monotipias y obsequios en servilletas ocasionales. En tal mitología destaca una serie de dibujos de César Vallejo. Asimismo, también es un indicio importante su serie de monotipias con representaciones de fantasías eróticas”, cuenta el curador.
“Entre ambos extremos su obra constructiva cobra un sentido nuevo. Todavía se renueva en los años ochenta con volumetrías que evocan vistas aéreas de arquitectura como antes, pero que son también citas de las famosas «chinas» de la cultura Chancay. Aún allí el objeto parece respirar un paisaje con reminiscencias andinas ubicado en el desierto de la costa del Perú”, advierte Del Valle. “Entre el temple poético de un racionalismo cartográfico propio del inventor que experimenta en cada vuelo –con su bizarra colección de mecanismos y dispositivos que le salen al encuentro, listos para convertirse en máquinas inservibles– y el romanticismo más desatado y alucinante que porta la evidencia de una subjetividad que es capaz de recobrar su infancia a voluntad para admirar a un héroe o atender a una dama en peligro. Entre ambas alternativas una soñada coherencia se abre paso”, finaliza
Mayor información:
José Picón
Encargado de Prensa
Departamento Cultural ICPNA
Telf. 706-7001 anexo 9124
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